jueves, 11 de febrero de 2010

Parásito

-Le digo que alguien me odia, alguien quiere matarme y me persigue cada noche para que me muera de cansancio, de sueño...
-Tranquilícese, seguramente esos “ruidos” provienen de su inconsciente, de la voz de sus sueños, que le despierta. Hay mucha gente que habla en sueños.
-No, esto es distinto.
-Bueno, no se preocupe, le doy estas pastillas para dormir. Verá como ya no oye ningún ruido.
Pero él sabía que si, que volverían a la misma hora y no le dejarían tranquilo. No había querido informar a su médico de que, incluso, alguna noche había bajado a la casa de abajo para intentar descubrir que eran esos ruidos. Golpes, golpes en las paredes como si alguien estuviese derribando un muro, intentando abrir un agujero en la pared o en el techo o el suelo, quien sabe... el caso es que no se terminaba.

Cogió las pastillas y salió de allí. Esa tarde, sentado en el parque se acordó del hombre con la flor en la boca, no recordaba su nombre. Pero, por primera vez, comenzó a pensar en lo que le había dicho el médico; “puede que el ruido provenga de mí mismo. Una enfermedad o un trauma. Pero no, yo estoy seguro de que están en el piso de abajo”, se dijo sin perder la credibilidad en sus sentidos. “Esta noche no dormiré, me quedaré despierto hasta que los oiga”.
Así hizo y así sonaron los ruidos a la misma hora. Cogió un hacha y se dijo que no pararía hasta encontrar el origen de ese ruido. Destrozó la puerta de entrada al piso de dónde creía procedían los golpes. Entró corriendo y allí vio a un hombre que amartillaba el muro inquebrantable. El hombre se giró, le miró a los ojos y salió corriendo por la ventana que daba a la escalera de incendios. Intentó seguirle. Descendió a toda prisa. Aún corrió por la acera y se rindió a dos manzanas de su casa, tras comprobar que la silueta de aquel hombre estaba demasiado lejos para sus fuerzas.
Esa misma noche se mudó al piso de abajo y continuó el trabajo que aquel desconocido había dejado sin terminar. Aunque tampoco nunca supo si, realmente, se podía terminar.

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