jueves, 11 de febrero de 2010

YO

-¡Sam! ¡Abre la puerta! ¡Sam!¡Sam!
Apenas oyó los primeros golpes, abrió los ojos de súbito, aún dormido. Sus ojos aparecieron estallados en sangre, injertados en un rostro amarillento. Mientras seguía oyendo su nombre golpeando tras la puerta de la calle, la sangre comenzó a fluir agitada. Un respingo le sentó en la cama. Ya en esta postura, despertó completamente y todas las alarmas que debían haberse encendido en sueños se arrojaron a su cuerpo impulsándole con odio y miedo hacia la puerta.
-¿Quién es? Susurró, pensando que tal vez si el que estaba al otro lado de la puerta no le oía desistiría y se marcharía. Pensamiento estúpido después de, aunque tímidamente, haberse hecho oír.
-Soy yo, ábreme, tengo algo que decirte.
-¿Quién es? ¿Quién anda ahí a estas horas? Se atrevió con el enfado desechando el miedo.
-Soy yo, Sam, por favor ábreme.
-No sé quien es yo ¿Quién es yo?
-Yo. Venga ábreme, luego te lo explicaré, ahora no puedo andar gritando. Abre.
-Será mejor que se vaya, no le conozco y no recibo visitas en mitad de la noche.
-Pero Sam ¿no lo entiendes? Tienes que abrirme... Comenzaba a ablandarse.
-No. Y márchese ya o llamaré a la policía.
-Sam soy yo... y aún puso la mano sobre la puerta como si algún tipo de magia pudiera hacer que se abriese con suavidad y llegar, por fin, a decir todo lo que tenía que decir.
-No te abro. Me vuelvo a la cama, no sé quién es usted pero no me transmite ninguna confianza. Caminó hasta la puerta de la habitación pronunciando sus paso para que pudieran ser oídos por aquel que le interpelaba. Después volvió sigilosamente hasta la puerta y comprobó que “yo” se había ido.

1 comentario:

  1. ¡Qué maravillosos relatos! ¡¡¡Me siento tan orgulloso de contar con tu amistad...!!!

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