jueves, 18 de marzo de 2010

Interrupción y acoso del autor

La insignificancia de las cosas se basa en una división fundamental, la de las propias cosas en unas y otras. La unas son la primeras y existen no por un mayor grado de importancia sino de repetición. Las unas son los objetos en primer plano, son el desayuno, la comida y la cena. Son otras las del segundo plano o las que no están. Son las rechazadas y, la mayoría de las veces, el objeto de comparación con las unas. Las unas están siempre, sin embargo, si se van o desaparecen, las cosas otras pasan a ser las unas.

La insignificante levedad del ser

-¡Marisa!, ¡Marisa!, ¡Marisa!, repetía revolviéndose en las sábanas.
-¡Obdulio!, estoy aquí.
-No, yo soy Marisa.
-Calma, ya paso.
-Marisa, soy Marisa. Esta mañana fui a tu trabajo y me senté en tu mesa. Incluso comencé a trabajar, cuando vino tu jefe y me dijo “¿qué hace usted aquí?” Y yo conteste “mi trabajo”. “Pero si usted no trabaja aquí”. Entonces caí en la cuenta de que me había confundido y que llevaba tus zapatos puestos. Creo que soy tu. He dejado de fumar, como tú. Ya no me gusta el cine negro, ni las películas de vaqueros. Soy tú, Marisa, soy tu, no paro de hacer las cosas como tu las harías...
-Pero Obdulio eso son tonterías, es sólo que ya llevamos un tiempo viviendo juntos y esas cosas pasan.
-Pues no quiero que pasen ¿dónde está Obdulio?
-Yo soy ahora Obdulio, no te preocupes, me gusta ser Obdulio. También me pongo a veces tus prendas. No he llegado a ir a tu trabajo pero el otro día me vi de camino al Bar que tú sueles ir, rectifique porque tenía que ir a correos, pero acabaré haciendo lo que tú haces y no por ello soy infeliz.
-¿pero qué estás diciendo?
-Así son las cosas, yo soy Obdulio.
-Noooo, yo no quiero ser Marisa. Vete. Vete de mi cama. Me contagias, me llenas de tu mal.
-Yo te quiero Obdulio, es sólo eso.
-Vete, estás loca, esto no se hace, esto... esto... me estas robando la vida.
-Claro, en eso consiste, tranquilízate y vuélvete a dormir. Le beso en la frente y se recostó de nuevo en la cama. Al día siguiente, Obdulio había desaparecido y Marisa sabía que no volvería Obdulio, si acaso, Marisa o Mateo o Andrés...

miércoles, 24 de febrero de 2010

La moral de una cucaracha o el amante dictador

El señor Gregorio Samsa alcanzaba ya el medio siglo y, como siempre, recostado en su sillón. Después del trabajo, la sola idea de deambular por la ciudad o dedicarse a cualquier tipo de actividad lúdica le producía verdaderas náuseas. Una tarde, allí sentado con un libro entre las manos un pequeño ruido le hizo distraerse. Parecía el sonido del paso de algún insecto de tamaño considerable. Rastreo la casa y dio con el bicho que pululaba por allí; una cucaracha de largos bigotes. Así le pareció, que realmente tenía bigotes y una cara la mar de simpática. Le calló tan en gracia la cucaracha que se la quedó. Taponó todas las rendijas de las paredes y las esquinas por las que la cucaracha pudiera escaparse y le dio la bienvenida a su hogar. Para no andarse tuteándola la puso de nombre Kafka. La trataba de maravilla, cada día después del trabajo se entretenía buscándola por la casa y alimentándola con manjares, cuyo valor el parásito no comprendía pero aceptaba de muy buena gana. Al tiempo, empezó a pensar que su amigo tenía demasiada libertad, había días que no aparecía o que se metía en su cama y eso, a un hombre que llevaba toda la vida siendo rey y señor de su hogar, no le parecía un buen comportamiento. Así que decidió encerrarla en una cajita de cartón, bien acomodada y precintada para tenerla siempre a la vista. Cuando llegaba a casa la alimentaba y se divertía observándola. Para su desgracia, una tarde, descubrió que la cucaracha se había escapado de su casita. Esto enfureció bastante al señor Samsa y se puso a buscarla con mucho ahínco. La buscó hasta que anocheció y una vez rendido y solo de nuevo en su sillón, la vio aparecer por la puerta. La cucaracha se acercó a él con cariño, él se levantó y desde su altura observó como la cucaracha se alegraba de verle revoloteando alrededor de sus pies. Le pareció tan feliz este ser, feliz gracias a sus cuidados, claro, que una bilis negra de odio le hizo envidiar con todas sus fuerzas la felicidad de semejante insecto repulsivo. Sabiéndose poseedor de esta felicidad, levantó la punta del pie derecho según la cucaracha se acercaba a él y la pisó. La piso con amor, con detenimiento y placer mientras oía el crujir de su cuerpecito bajo la suela de su zapato, hasta que la mató.

jueves, 11 de febrero de 2010

YO

-¡Sam! ¡Abre la puerta! ¡Sam!¡Sam!
Apenas oyó los primeros golpes, abrió los ojos de súbito, aún dormido. Sus ojos aparecieron estallados en sangre, injertados en un rostro amarillento. Mientras seguía oyendo su nombre golpeando tras la puerta de la calle, la sangre comenzó a fluir agitada. Un respingo le sentó en la cama. Ya en esta postura, despertó completamente y todas las alarmas que debían haberse encendido en sueños se arrojaron a su cuerpo impulsándole con odio y miedo hacia la puerta.
-¿Quién es? Susurró, pensando que tal vez si el que estaba al otro lado de la puerta no le oía desistiría y se marcharía. Pensamiento estúpido después de, aunque tímidamente, haberse hecho oír.
-Soy yo, ábreme, tengo algo que decirte.
-¿Quién es? ¿Quién anda ahí a estas horas? Se atrevió con el enfado desechando el miedo.
-Soy yo, Sam, por favor ábreme.
-No sé quien es yo ¿Quién es yo?
-Yo. Venga ábreme, luego te lo explicaré, ahora no puedo andar gritando. Abre.
-Será mejor que se vaya, no le conozco y no recibo visitas en mitad de la noche.
-Pero Sam ¿no lo entiendes? Tienes que abrirme... Comenzaba a ablandarse.
-No. Y márchese ya o llamaré a la policía.
-Sam soy yo... y aún puso la mano sobre la puerta como si algún tipo de magia pudiera hacer que se abriese con suavidad y llegar, por fin, a decir todo lo que tenía que decir.
-No te abro. Me vuelvo a la cama, no sé quién es usted pero no me transmite ninguna confianza. Caminó hasta la puerta de la habitación pronunciando sus paso para que pudieran ser oídos por aquel que le interpelaba. Después volvió sigilosamente hasta la puerta y comprobó que “yo” se había ido.

Parásito

-Le digo que alguien me odia, alguien quiere matarme y me persigue cada noche para que me muera de cansancio, de sueño...
-Tranquilícese, seguramente esos “ruidos” provienen de su inconsciente, de la voz de sus sueños, que le despierta. Hay mucha gente que habla en sueños.
-No, esto es distinto.
-Bueno, no se preocupe, le doy estas pastillas para dormir. Verá como ya no oye ningún ruido.
Pero él sabía que si, que volverían a la misma hora y no le dejarían tranquilo. No había querido informar a su médico de que, incluso, alguna noche había bajado a la casa de abajo para intentar descubrir que eran esos ruidos. Golpes, golpes en las paredes como si alguien estuviese derribando un muro, intentando abrir un agujero en la pared o en el techo o el suelo, quien sabe... el caso es que no se terminaba.

Cogió las pastillas y salió de allí. Esa tarde, sentado en el parque se acordó del hombre con la flor en la boca, no recordaba su nombre. Pero, por primera vez, comenzó a pensar en lo que le había dicho el médico; “puede que el ruido provenga de mí mismo. Una enfermedad o un trauma. Pero no, yo estoy seguro de que están en el piso de abajo”, se dijo sin perder la credibilidad en sus sentidos. “Esta noche no dormiré, me quedaré despierto hasta que los oiga”.
Así hizo y así sonaron los ruidos a la misma hora. Cogió un hacha y se dijo que no pararía hasta encontrar el origen de ese ruido. Destrozó la puerta de entrada al piso de dónde creía procedían los golpes. Entró corriendo y allí vio a un hombre que amartillaba el muro inquebrantable. El hombre se giró, le miró a los ojos y salió corriendo por la ventana que daba a la escalera de incendios. Intentó seguirle. Descendió a toda prisa. Aún corrió por la acera y se rindió a dos manzanas de su casa, tras comprobar que la silueta de aquel hombre estaba demasiado lejos para sus fuerzas.
Esa misma noche se mudó al piso de abajo y continuó el trabajo que aquel desconocido había dejado sin terminar. Aunque tampoco nunca supo si, realmente, se podía terminar.




–¿Cuál es la hipótesis, tesis y demostración de este Teorema? Anne Capelle

–La permanencia de los grandes mitos en el contexto de la vida moderna me conmovió siempre, pero aún más la incesante injerencia de lo sagrado en nuestra vida cotidiana. Es esta presencia, indiscutible a la vez que imposible de analizar racionalmente, la que intento esclarecer en mi obra escrita o filmada, y la que explico bajo forma de parábola en Teorema. Pier Paolo Pasolini.

Teorema, título meditado, pura ironía, pura presencia del fracaso del teorema. El mismo afirma que la obra es una parábola. Una poética donde casi duele la palabra teorema. Una creencia en el mito que es lo que hace que esta obra se acerque a esas fuerzas invisibles, a ese Uno primordial nietzscheano, a la tierra... Pero inevitablemente, como bien sabe Pasolini, su tragedia vive bajo el yugo de la modernidad, de la burguesía y los contrastes. Nos presenta un Teorema, una poesía que pretende ser matemática y, sin embargo, truncada por sus propias convicciones, por su propio lirismo trágico, ensordece el desierto con su grito. El fracaso de su Teorema está ahí, en ese grito, en su manera de traer a lo moderno la esencia del mito que traiciona su lógica, que inevitablemente se ha visto envuelta en lo sagrado, en lo dionisíaco...

Hay dos partes en la película; la primera un "visitante", se presenta en una familia acomodada de Milán. En estas escenas se nos describe a este personaje como un ser ajeno, que por unas razones u otras acaba manteniendo relaciones sexuales con todos los miembros de la familia, excepto el padre. La segunda parte cuenta como las vidas de los miembros de esta familia burguesa cambian a raíz de la partida del visitante.

Hasta aquí podría deducirse que el "teorema" de Pasolini como una serie de causas resultan una serie de consecuencias. Pero el mismo afirma que estos personajes están envueltos en algo que va más allá de la realidad.

Personalmente se me antojan entidades abstractas. El visitante una especie de dios profano, Lucia la representación de la moral, el hijo el arte, la hija puede que el amor o psique o precisamente el enfrentamiento entre ambos, la criada lo sagrado y lo mítico. Por último, Paolo sería quizá la política o el trabajo, porque al final parece convertirse en el propio pueblo: él desnudo caminando por el desierto. Como ya había anunciado en la frase que abre el film "Y Dios llevó a su pueblo a través del desierto". Y ese Dios era el visitante, lo cual podemos deducir por las imágenes del desierto que se intercalan cada vez que tiene relaciones con alguien de la casa. El dios se va, abriendo en flor los instintos más humanos de todos ellos, que ahora se ven desarropados en el nuevo mundo.

El arte parece convertirse en un problema de la técnica y se nos presenta a un joven investigando con la pintura. Manera que podría sugerir una alusión a artistas como Warhol, cuando el joven mea sobre una pizarra o a Pollock cuando derrama la pintura sobre el lienzo. Gesto que también alude al trabajo de otros muchos artistas en el momento que el joven descubre el paso del lienzo de horizontal a vertical. Pero esto es sólo una parte, pues realmente el arte recibe una bonita crítica en los monólogos que realiza el artista mientras trabaja. En los que dice que necesita una nueva técnica que no encuentre juicio, que no tenga parangón y que por tanto haga de la obra una cosa irreconocible y al artista un demente o un anormal no reconocido, incapaz de corregir nada. La obra es una señal que triunfa por casualidad; "Nadie debe comprenderlo" "El autor es un idiota tembloroso" "su vida está reducida a la melancolía ridícula, una existencia que sobrevive con la impresión de haber perdido algo para siempre" y el Réquiem de Bach de fondo...

Es también destacable la primera alusión al arte, cuando el dios-visitante muestra al chico las pinturas de Bacon. Esto podría referirse tanto a la homosexualidad naciente del púber, cuando observan el cuadro de "Dos figuras sobre la hierba". Hecho que se hace plausible en el momento de la despedida cuando él mismo afirma sentirse fuera de lugar, incomprendido... Pero quizá más interesante sea la insistencia en la imagen de "Tres estudios de figuras sobre la base de una crucifixión". Pues esta obra, además de representar a las Euménides del mito clásico que personifican el castigo, la justicia y la venganza. Tema que iría muy acorde en general, con toda la película. Es una de las obras donde, como ha estudiado Michael Peppiatt, Bacon une el mito clásico con la religión cristiana convirtiendo el tema de la pintura en el desplazamiento moderno de lo sagrado. Una forma de "reinventar" el mito y lo sagrado o, más bien, las fuerzas de estos, como el propio Pasolini hace en esta película.

Lucia, la madre, la que afirma no haber sentido nunca interés por nada, una vida vacía, es la burguesa por excelencia y la mujer amparada en el marido. Decía que podría ser la moral por esto mismo, porque es un ser de pura máscara, que una vez abandonado y con el libido encendido sólo ve un camino; el sexo barato y fácil. Sexo que, sin embargo, quizá por reminiscencias y alguna moral anterior, la llevan a "arrepentirse" y entrar furtiva, en su última aparición en el film, en una pequeña Iglesia en medio del campo. Puede que fuera la necesidad de encontrar la redención y, a la vez, una metáfora de la falsedad de la Iglesia, de cómo ha dejado de ser religión (si alguna vez lo fue, en el sentido más sagrado, en el sentido de la unificación del pueblo con lo natural y no con lo aparente) y es simplemente una institución que vende redenciones baratas.


Después la hija, la niña virgen "enamorada" del padre. Aquella soñadora que esperaba el amor en forma de un sustituto paterno, no encuentra salida. Tampoco se la ve buscar, se queda en casa flotando en bailes. Pero cuando vuelve sobre el recuerdo del dios-visitante, una fuerza la aprisiona y la cierra el puño para siempre. Puede que hubiera cambiado al padre por ese ser imposible; el visitante. Y así su suerte se ve truncada, pues ha conocido lo que no puede o no sabe encontrar.

La criada, el ser que no ve desdicha en su futuro, que no se despide del visitante, pues parece que lo conoce. Pues realmente ella, no es de esa familia, no tiene la moral tan rasgada por la sociedad burguesa como ellos. Con su semblante llano como siempre, se marcha al pueblo, a las raíces y decide quedarse sentada en un banquito alimentándose de ortigas, quizá esperando lo que vendría; el milagro. Ella es lo sagrado y lo mítico, el milagro, la transfiguración de lo irracional, de la imposibilidad de escapar a las fuerzas ineluctables. Y sobre todo, la fe, esa palabra, que junto a sagrado, se maldice precisamente por su falta. Porque no tiene lugar ni en la casa, ni en la fábrica, la iglesia o la estación. La más conmovedora de sus apariciones es enterrada en la tierra de un solar que va a ser edificado. Momento en el que aparece la imagen del símbolo comunista, la hoz y el martillo. Pasolini aclara que lo sagrado en el marxismo es lo épico, lo popular, citando a Gramsci. Pero ¿hasta qué punto? ¿Acaso no es el tema central de la película: la descripción de cómo nos hemos alejado de la tierra en la modernidad, del mito, de la tragedia y hemos pavimentado el mundo con un suelo artificial? El mismo crea una metáfora de esto. La anciana acaba sepultada, como si ella, que es lo sagrado, el pueblo y la propia tierra, quedara también sepultada bajo esa futura "construcción", bajo la civilización.

En este punto es donde está tanto la crítica como el desencanto, Pasolini atiza las fuerzas sagradas y primordiales, pero también siente compasión por ellas pues están por debajo del asfalto. Su propio grito al final de la película, es también ese signo, no de una desesperación, sino de una tragedia que ya no es sagrada, una tragedia que es mero drama. Su grito tal vez invoca a ese Dios profano que lo abandonó pero que a la vez le ha salvado. Pues él no queda sepultado como la anciana en la tierra, sino que desnudo queda libre ante la tierra entera. Si este personaje, antes de perderse en el desierto, es el burgués que ha dejado su fábrica a sus obreros: es, parece ser, también una personificación del marxismo. Lo que, a la vez, convierte la última escena en una exaltación de esta misma filosofía; otra forma de "salvación del pueblo". Es más, hay una clara referencia -desplazamiento que nos deja ver la intencionalidad de esa exaltación- en los preludios: después de citar el éxodo y aparecer la imagen del desierto, inmediatamente se suceden imágenes de la fábrica vacía, también desierta. "Y Dios llevó a su pueblo a través de la fábrica"...



....restos de la modernidad....

Alobara

En meteorología, alobara es la línea que delimita un área de cambio de presión atmosférica. Se llama analobara cuando el cambio es positivo y catalobara cuando es negativo. Un lugar en la tierra entre dos presiones atmosféricas diferentes. Un lugar neutro pero no independiente sino, más bien, indefinido por lo que lo rodea. Está en constante cambio, nunca quieto en el mismo sitio. Si de algo de veras depende es del azar que le sitúa en el mapa. Un azar estudiado y marcado por la meteorología; con rigor pero con un margen de error. Esta aquí y después allí, nunca se sabe exactamente dónde, a no ser que sea dibujado en el mapa. Cuando está situado puede dejarse afectar por el área de cambio, luchar o simplemente quedarse en medio. Que no es un medio neutro es un medio de tránsito y de adaptación, pero sin rituales, ni cuestiones maniqueas... Una alobara, que suena a ciencia como rizoma.